Hace ya tiempo que se habla mucho de Grecia y de su situación económica. Nosotros no entendemos un pito de estas cosas, pero a mucha gente le encanta pontificar sobre el tema. Y, por supuesto, si uno quiere dárselas de gurú de las finanzas, en seguida saca a relucir el enfoque macroeconómico del asunto. Porque, explican, la economía se entiende y se resuelve afrontándola en modo global, en tendencias y sumas de todo. Lo que llaman "macroeconomía".
Claro que todos conocemos a los gurús de las finanzas: siempre saben el número del Gordo... después del sorteo. Sólo saben explicar lo que ha pasado, no decir qué está pasando ni qué va a pasar.
Y yo lo tengo claro: si quiere resolver el problema de Grecia, no llame a economistas, políticos, abogados o euroburócratas. Llame a un ingeniero. Otra cosa es que no le vaya a gustar lo que le diga.
¿Por qué? Pues porque el ingeniero va a ir a la raíz del problema. A la verdadera raíz. Y le dirá que el problema de Grecia es la misma Grecia. Veamos cómo es eso.
En 1939 España estaba devastada por la guerra civil, y Europa no podía ayudarla porque empezaba su propia guerra. Ésta acabó en 1945, pero los esfuerzos de los EE.UU. se enfocaron, sabido es, a la reconstrucción de los demás países europeos; España quedaba abandonada a su propia suerte. A esa fase económica se le llamó "autarquía", y se caracterizó porque España debió producirse todos sus recursos económicos.
Algún día explicaré qué pasó y cómo se priorizó todo; el antes y el después de Avilés y cómo se reconstruye la economía de un país arrasado. De momento, quedémonos con que en 1940 España tenía una población de 26 millones, que fueron 28 millones en 1950 y 30,5 en 1960 (en 2011 somos 47 millones), y que la autarquía se dio por terminada en 1957.
La autarquía no fue fácil; alguno dirá que fue muy dura y que se pasó hambre, pero es normal que ésa sea la percepción que se tiene sesenta años después: si en una ciudad de cien mil personas una muere de hambre, ésta será la noticia, y no las 99.999 que no lo hacen. El caso es que indiscutiblemente, España hizo lo que pudo. Y si leen El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, tendrán una buena semblanza de cómo era el país en 1955.
Ahora imaginemos España como una máquina: en aquellos años pudo rendir lo suficiente para mantener a 26/28 millones, con un nivel de vida como el de España en 1950, con un nivel de consumo, de viaje, de desarrollo, de investigación como el de 1950. Pues bien, yo lo que digo es que hoy en día no sería posible. Si ahora España estuviera arrasada, sin pantanos, sin centrales eléctricas, sin gas argelino o electricidad de Francia, sin apenas producción de acero o de cemento, sin líneas de comunicaciones, y tuviera que salir adelante sola, sin ayuda del exterior y sin financiación europea, pero con una población de 47 millones (no 27) y que exige un nivel de seguridad social, de educación subsidiada, de becas, de surtidos de abastos, de aeropuertos a 50 km, de líneas de tren de alta velocidad hasta cada pueblo, de autopistas gratuitas... Está claro, ¿no? No podríamos. La vaca no daría tanta leche.
Este concepto, un país como una máquina, no lo entienden los economistas. Ellos sólo saben de macroeconomía, pero esto esto es "macro macroeconomía". Han de entender un país como una máquina o una tubería. Tiene una capacidad, no más. El motor de mi coche no llevaría un cohete a la Luna, y el de un cochecito de Scalextric no vale para una grúa de puerto. Y un país, lo mismo; no le pidas más de lo que puede hacer.
En Grecia pasa algo parecido. La capacidad industrial de Grecia es muy limitadita, apenas para lo más básico de su consumo interno. Lo tienen que importar prácticamente todo. Algo de industria naval, turismo (apenas desarrollado, en comparación con España), y poco más. Su nivel de desarrollo es muy inferior al nuestro (otro día lo explicaré), y sin embargo... pretenden salir a cenar con los ricos, noche tras noche.
Para mí, está claro que no se sostiene. Grecia, simplemente, no puede competir en nuestra liga. Grecia no puede producir lo suficiente como para mantener a sus once millones de habitantes en los niveles de calidad de vida que tenemos los europeos entrado ya el siglo XXI. No puede, no da para tanto.
Su única posibilidad es ser un país "mantenido". Y eso no lo tragamos los que los tenemos que tragar (los alemanes, principalmente). Ya no.
Así que... que hagan lo que quieran. Hasta que no asuman que no pueden estar a nuestro nivel, no tienen nada que hacer. Su consumo interno gasta más de lo que ellos mismos pueden producir, no son capaces de generar los recursos que necesitan. luego han de reducir su consumo interno: o disminuyen población o disminuyen consumo. Para que nos entendamos: Alemania genera más de lo que necesita. Vende lo que le sobra, y con el excedente sube su nivel o su población. Una aldea, lo mismo: si produce más, crea excedentes que emplea o en aumentar su riqueza o su población. Si no genera lo que necesita, o pierde población o pierde riqueza para adquirir lo que le falta. Y cuando acaba esa riqueza, o pierde población (y eso, ¡haberlo hecho antes!), o disminuye su necesidad y se pasa con menos. Con Grecia, lo mismo.
Grecia no puede estar en el club de Alemania, Finlandia o Austria, seamos realistas. No tanta población. No es que tengan un problema de políticos, de corrupción o de evasión fiscal. Es que es un país que da para lo que da, para mantener a los griegos como a los españoles en 1955, por decir algo. No para el doble de españoles al nivel de 2010. Es imposible. Y cuanto más tarden en reconocer que o les sobra población o les sobra nivel de vida, más les costará quitarse aquello que les sobra.
Las verdades de la macro-macroeconomía, mostradas por un ingeniero.