jueves, 10 de mayo de 2012

La larga vida profesional


Cuando uno elige médico (quien lo haga, claro), dentista u oftalmólogo, gusta que el elegido tenga más o menos la misma edad que uno mismo. No se prefieren médicos mucho más mayores, pues se les ve como "antiguos" y "cosas del pasado", ni más jóvenes, que serían tachados de "imberbes pollos sin experiencia"; los de nuestra edad, sea la que sea, siempre tienen la experiencia que exigimos y además "nos comprenden". Otra razón, en realidad más poderosa, es que solemos querer que nuestro médico lo sea para siempre. Y si es viejo, seguramente lo dejará antes que nosotros, ¿y entonces?

Con los abogados eso no suele pasar, pues nadie quiere un abogado para siempre. No, si hemos de tratar con uno, por favor que sea una vez y nunca más, ¿verdad? Pero con los médicos sí, qué le vamos a hacer.

Algo parecido ocurre con los arquitectos (el que tiene tratos con ellos), con el mecánico del coche y con centenares de oficios, en los que uno necesita establecer una relación de confianza: un gestor, un agente de viajes, un constructor, un proveedor fijo, etc.

Al menos a mí me pasa, y en los dos sentidos. Tiendo a establecer relaciones largas con gente de mi edad y gente de mi edad tiende a establecer relaciones largas conmigo.

Este fenómeno hace que la vida profesional pase por tres etapas:
 
En una primera etapa, al empezar, no conocemos a nadie. Somos muy jóvenes. Ni nuestros clientes ni aquellos de los que seremos clientes son de nuestra edad, son personas mayores que en general tienen ya establecidas sus relaciones. Ésta es una etapa dura, pero de la que por suerte se acaba saliendo con el tiempo, el cual además nos lleva a la segunda etapa.

En la segunda etapa ya tenemos años, tenemos experiencia, tenemos bagaje, tenemos nombre y nombres. Somos profesionales establecidos y la gente de nuestra edad (y los más jóvenes) nos ve como profesionales. En esta etapa nuestra red se va ampliando cada vez más y las cosas son cada vez más fáciles. Es una etapa agradable, pero de la que por desgracia se acaba saliendo con el tiempo, el cual además nos lleva a la tercera etapa.

En la tercera etapa ya no tenemos años: tenemos décadas. Los de nuestras quintas cada vez lo van dejando más, gente más joven va accediendo a las posiciones clave y va eligiendo a profesionales más jóvenes que nosotros. Cuando hablamos con ellos nos hacen sentir viejos, pero es que cuando ellos hablan con nosotros nos sienten como muy viejos. Ambos pensamos que en cualquier momento vamos a sacar a relucir la anécdota de "cuando hicimos el Arca de Noé…"

Es una etapa tremendamente injusta, porque el profesional "veterano" sabe un montón, si no por diablo al menos por viejo. Pero ¡así es la vida!, es normal que el otro prefiera a alguien que le aporte… futuro.

Un ejemplo: una poderosa ingeniería multidisciplinar se presentó a un concurso para el proyecto de una fábrica completamente nueva de una multinacional. La ingeniería presentó su oferta y, económicamente, eran los mejores. De largo. Por técnica y por conocimientos, también. Y, sin embargo, perdieron el concurso. ¿Por qué? Los representantes de la multinacional se lo explicaron: los currículos que incluyeron en la oferta , con la información de las personas que intervendrían: el director del proyecto, el responsable de las estructuras, de las instalaciones de clima, electricidad, fluidos, gestión de obra,… todos eran auténticos gurús en lo suyo, personas con un enorme prestigio y con una valía fuera de toda duda. Primeras espadas entre primeras espadas, lo mejor de lo mejor. El más joven tenía 60 años, y los había de 70. Y los de la multinacional les dijeron: un proyecto de esta envergadura llevará años de desarrollo y cosntrucción; ¿dónde estarán estos superingenieros dentro de unos años? Y, sobre todo, dentro de diez, veinte años, cuando la fábrica siga ahí y queramos ampliarla o reformarla, ¿dónde estarán? Si dentro de unos años queremos hacer una fábrica nueva, ¿tendremos que elegir a una ingeniería nueva, que no tendrá la experiencia de habernos construido ésta?

Pues por triste e injusto que sea, éste es el futuro que se nos depara a todos. ¡No! Podemos evitarlo: la ingeniería multidisciplinar debió preverlo años antes y preparar un relevo de gente quince años más joven, veinte tal vez; un director de 65 tendría así un ayudante de 50, y éste ya podría figurar como el ingeniero titular de la plaza. Con 50 años y 25 de experiencia, en el cénit de su carrera, ofrecería tanto valía como futuro - que de aquí a 15 años ya habría preparado a su vez el relevo-.

Pero, claro, es duro para quien tiene que hacerlo. Porque es asumir, cuando estamos en la cumbre, que vamos a caer.

Dicen que cuesta saber cuándo hay que dar un paso atrás. Y tanto.