Algunos récords se baten milésima a milésima, centímetro a centímetro.
De éstos, algunos son ¿cómo decirlo?... "sospechosos". Son récords como los de salto de pértiga, como Sergei Bubka, que estableció los récords al aire libre de 5,84, 5,88, 5,94, 6,00, 6,01, 6,03, 6,05, 6,06, 6,07, 6,08, 6,09, 6,10, 6,11, 6,12, 6,13 y 6,14 m, amén de un porrón de récords en pista cubierta (llega hasta 6,15 m). Teniendo en cuenta que él cobraba un extra por batir el récord, no importa por cuánto lo batiera, y que en pértiga puedes saltar siete metros y si el listón está a 6,10 lo que se registra es que has saltado 6,10... ¿qué piensan ustedes? Pues eso.
Otra historia son los récords que se baten por muy poquito, pero porque el hombre no da mas de sí. Por ejemplo, los 100 m lisos. Una centésima de segundo es la diferencia habitual entre un récord y el anterior; como para dudar incluso del propio sistema de medición.
Pero luego hay récords que se baten a golpes, y ésos son los mejores. Y, por antonomasia, el récord de salto de longitud. Jesse Owens lo estableció en 1935. Duró 25 años, hasta 1960, y luego se fue mejorando hasta 1965 con 8,35. En 1968, Bob Beamon, que no había saltado nunca más de 8,33 y que después ya no pasaría de 8,22... saltó 8,90. La regla de medir el salto sólo medía 8,50 (¡cómo iban a imaginar que fuera insuficiente!) y hubo que medirlo con cinta métrica. Si buscan un registro estratosférico, ahí lo tienen. Pasaron los años y nadie, nadie, siquiera llegó a pensar que se batiría. Yo, por ejemplo, ni siquiera confiaba en que lo lograra Carl Lewis.
Al fin, llegó el 30 de agosto de 1991 y los Campeonatos del Mundo de Atletismo en Tokio. Lewis absolutamente genial. Saltó 8,68. Récord del campeonato, pero no el absoluto. Pero era su primer intento. En el segundo... 8,86. Increíble. En el tercero, ¡8,91! ¡Arghhh no era récord del mundo porque había tenido 2,3 m/s de viento a favor! Le quedaban dos saltos: 8,87 y 8,84. De largo, la mejor serie de saltos de la historia. Pero, pero, pero... había otro saltador. Que parecía que saltaba con un saco de patatas, pero cada saltador tiene cinco intentos. Y este tipo, Mike Powell, de pronto... 8,95. Sin viento. Todo legal. Récord del mundo 23 años después. Han pasado 21 más, y ahí sigue. Y lo que te rondaré, morena. Por cierto que Powell pisó 6 cm antes del límite, con lo que en realidad saltó 9,01.
Pues eso. Algunos récords se establecen de golpe y por muchos años, hasta que un buen día otro mastuerzo tiene el momento de su vida y lo bate.
¿A qué viene esto? Bueno, verán...
Yo he hecho mis cositas. Actualmente, casi todo lo que calculo son "patas de banco", pero sí que otras veces he hecho algunas cosas interesantes; no muchas, claro, sólo alguna que otra. Una vez, un edificio de 100 m y pilotes de 46 m de profundidad, por ejemplo. Pero la mayor parte de mi historial está tachonado de cosas normalitas, de las que podría hacer cualquiera. Es posible que en mi caso concurrieran circunstancias especiales que complicaban las cosas (algo así como si yo tuviera registros de salto de longitud de 8,40... sobre nieve virgen, con ventisca en contra y vestido de buzo con escafranda), pero nada que me sirva para alardear en la barra de un bar. Recuerdo incluso una obra increíblemente difícil, que el constructor se tiraba de los pelos porque nadie advertía el tremendo mérito de lo que estábamos haciendo y, una vez acabado, el falso techo y las paredes de cartón-yeso lo iban a tapar todo... Y sin embargo, lo contabas y sonaba a problema de becario, al abecé de las estructuras.
El caso es que acabo de batir un nuevo récord. En este caso personal, claro, pero récord a fin de cuentas. Y lo he hecho a lo salto de longitud: de golpe, dejando mi registro anterior en la marca de una hormiga.
He calculado una cimentación con pilotes de 91 metros cúbicos de hormigón. ¿Alguien que se dedique a la edificación lo mejora? Quiero decir, unos pilotes que ellos solos ya pesan, de por sí, 220 toneladas. El día que se hormigonen deberá haber catorce o quince hormigoneras por pilote: va a ser un paripé montar todo para que se pueda hormigonar dentro del plazo, evacuando a la vez los correspondientes 91 metros cúbicos de lodos de bentonita. Y, desde luego, el barrizal va a ser de órdago.
Y como éste es mi blog, escribo sobre lo que me da la gana y cuando me apetece, y todavía estoy boquiabierto por la barbaridad que acabo de proyectar, pues lo digo.
Y el que no lo supere, que se aguante.
Nota final: Por otro lado, el valor de un ingeniero no se mide por sus récords. Yo alucino, por ejemplo, con un par de escaleras que ha hecho recientemente mi hermano Pablo, que también es calculista. Les adjunto una foto de cada una: