miércoles, 22 de febrero de 2012

Arcos y bóvedas

Acabo de leer "Arcos y bóvedas", de Francisco Moreno García. El libro versa sobre arcos de mampostería y de sillería, y los distintos tipos de bóvedas y cúpulas: cómo construirlas, los aparejos, las cimbras necesarias, etc. Todo eso. ¿Sabe usted cuál es la diferencia entre un arco conopial y un arco carpanel? ¿No? ¡Necesita leer este libro! ¡Ya! ¿A qué espera?

Bromas aparte, y sin faltar al autor, el libro... no vale nada. Yo lo he leído porque trabajo mucho con arcos y bóvedas de edificios antiguos, y necesitaba información sobre cómo calcularlos, pero en este libro sólo encontré cómo son, cómo se trazan y cómo se construyen. Nada de cómo se calculan.

Y puede que sí, que la información que aporte sea útil y veraz, pero es para las personas que los hacen, los oficiales obreros, los capataces y los obreros que se enfrenten al dilema de construir un arco de mampostería. Y, a ver, no sé si al cabo del año se construye algún arco de éstos en España, pero lo que sí les aseguro es que las personas que lo construyen... no son de las que leen libros. Eso, fijo. Y menos de las que si algo no lo saben se dedican a investigar en bibliotecas y similares hasta que encuentran la información que necesitan. Me da a mí que no son de ésos.

Así que lo dicho. Es un libro que no vale nada y no va a leer nadie salvo por error. ¿O no?

No estoy tan seguro. De acuerdo que no formará parte de la instrucción básica que reciben los Rangers del ejército de los USA, pero... caray, una vez lo leí no pude evitar acordarme de Teodorico (no me lo digan: ¡tampoco saben quién era Teodorico!). Me explico:

Tengo para mí que el Imperio Romano fue decayendo a medida que se fueron quedando sin ingenieros (pero esto es tema para otro día). El caso es que cuando el rey ostrogodo Teodorico deseó para su cadáver un mausoleo como los que veía que habían tenido los emperadores romanos a los que acababan de extinguir, se encontró que ya nadie sabía hacer ni bóvedas ni cúpulas. Así que no idearon otra cosa que llevar desde Dalmacia hasta Rávena -cruzando el Adriático- un monolito enorme de mármol, ponerlo como tapadera del mausoleo y darle un poco de forma curva por debajo.

Y ésa fue la última cúpula que se hizo en Occidente hasta que casi mil años después, Brunelleschi consigue hacer la cúpula de la catedral de Florencia.

¿Qué quiero decir con ésto? Que el libro de marras, explicando cómo se construyen los arcos y las bóvedas, sí cumple una función clave: transmite la cultura, el conocimiento. Seguramente el autor conoce a personas que conocieron a los que las construyeron (por ejemplo, yo he conocido a personas que quizá en los años cuarenta tuvieron maestros de obra que treinta años antes sí habían construido estos elementos ahora antiguos), y él deja por escrito ese know-how por si algún día se quisiera. Lo que es seguro es que si no fuera por su obra y la de otros como él, en unos años ese conocimiento se habría perdido por completo.

Así que a lo mejor el libro no es tan inútil como parece a simple vista.

EN otro orden de cosas, permítanme una reflexión adicional.

Marta me localizó el libro por internet, pero no pertenecía al fondo de la biblioteca de mi barrio. No problema. Lo solicité y en un par de días me enviaron un correo avisándome que ya lo tenían y que podía pasar a recogerlo. Dicho y hecho.

Aquella noche, en la tertulia, salió la pregunta de en qué se había gastado el enorme caudal de fondos públicos que se ha dilapidado estos años. Yo respondí que, por ejemplo, en una red de bibliotecas públicas capaz de localizarme el libro más inútil del mercado y ponerlo totalmente gratis a mi disposición, y que obviamente se gasta el dinero en tener semejante birria de libro. El pueblo más pequeño tiene ya una biblioteca que para sí querría Zaragoza hace 25 años. Por ejemplo. Además de cineclub, servicio médico 24 horas, autovía hasta la entrada y, si me apuran, apeadero del AVE y aeropuerto.

¿Realmente necesitamos unos servicios públicos tan espectaculares y universales como los que tenemos?