A las nuevas generaciones probablemente el nombre de O.J. Simpson no les dirá nada; los que ya tienen una edad y fueran conocedores del deporte norteamericano les dirán que fue la gran estrella del fútbol americano en los setenta (lo que fue Michael Jordan en la NBA años más tarde), jugaba de running back. Los que tengan edad pero no sepan de fútbol americano lo recordarán por su famosísimo juicio, paradigma para los que lo consideraron culpable (¿todo el planeta?) de que con dinero suficiente se salvaría hasta Judas Iscariote.
Yo, sin embargo, estoy convencido que para la Historia, O.J. Simpson será siempre Nordberg, el inefable compañero del más inefable aún teniente Frank Drebin, de la brigada criminal de L.A. ¿Porqué digo esto? Pues porque saber quién era O.J. es necesario para entender lo que ocurre de trasfondo del final de una de las mejores escenas del cine.
Pero antes unas explicaciones. La escena en cuestión es una parodia de una escena de Los Intocables de Eliott Ness, que a su vez homenajeaba una escena de Eisenstein de su película (muda) El Acorazado Potemkin.
Obviamente yo no he visto la película muda, pero sí vi en el cine la de Los Intocables, con Kevin Costner en estado de gracia y Sean Connery merendándoselo en cada fotograma. La escena, en la pantalla gigante de los cines de entonces, era sobrecogedora, salía uno diciendo ¡Peazo película hemos visto! En casa, en la pantalla del ordenador o del televisor propio, pues no es lo mismo. Se harán una idea, pero si no lo vivieron entonces las sensaciones no serán las mismas. Y las risas que soltamos todos con la película de O.J. Simpson en el cine… ¡por Dios, si hasta tenían que hacer pausas para que la gente recuperara! Y esto último es verdad: en las películas de los hermanos Marx siempre había un par de números musicales en medio. Su objetivo era precisamente ése, cortar el ritmo de la película y que la gente pudiera descansar un rato de tanto reír: en sus películas te reías tanto que acababas con agujetas.
Y es lo que tiene el cine. Son obras que están concebidas para verlas en una sala enorme, en una pantalla gigantesca, en la oscuridad y con un sonido atronador. Verlas en casa es como oír la Marcha Turca de Mozart en versión para flauta infantil y batería. Como el Hooked on Classics de Luis Cobos o como admirar la Estatua de la Libertad en las reproducciones de una tienda de recuerdos. Lo que pasa es que a veces no hay otra cosa, claro.
Yo, sin embargo, estoy convencido que para la Historia, O.J. Simpson será siempre Nordberg, el inefable compañero del más inefable aún teniente Frank Drebin, de la brigada criminal de L.A. ¿Porqué digo esto? Pues porque saber quién era O.J. es necesario para entender lo que ocurre de trasfondo del final de una de las mejores escenas del cine.
Pero antes unas explicaciones. La escena en cuestión es una parodia de una escena de Los Intocables de Eliott Ness, que a su vez homenajeaba una escena de Eisenstein de su película (muda) El Acorazado Potemkin.
Obviamente yo no he visto la película muda, pero sí vi en el cine la de Los Intocables, con Kevin Costner en estado de gracia y Sean Connery merendándoselo en cada fotograma. La escena, en la pantalla gigante de los cines de entonces, era sobrecogedora, salía uno diciendo ¡Peazo película hemos visto! En casa, en la pantalla del ordenador o del televisor propio, pues no es lo mismo. Se harán una idea, pero si no lo vivieron entonces las sensaciones no serán las mismas. Y las risas que soltamos todos con la película de O.J. Simpson en el cine… ¡por Dios, si hasta tenían que hacer pausas para que la gente recuperara! Y esto último es verdad: en las películas de los hermanos Marx siempre había un par de números musicales en medio. Su objetivo era precisamente ése, cortar el ritmo de la película y que la gente pudiera descansar un rato de tanto reír: en sus películas te reías tanto que acababas con agujetas.
Y es lo que tiene el cine. Son obras que están concebidas para verlas en una sala enorme, en una pantalla gigantesca, en la oscuridad y con un sonido atronador. Verlas en casa es como oír la Marcha Turca de Mozart en versión para flauta infantil y batería. Como el Hooked on Classics de Luis Cobos o como admirar la Estatua de la Libertad en las reproducciones de una tienda de recuerdos. Lo que pasa es que a veces no hay otra cosa, claro.
En fin, al grano.
- La escena de la película El Acorazado Potemkim: (ojo, que es muda): http://www.youtube.com/watch?v=8ORUQvD6qyQ&feature=related
- La escena de Los Intocables de Eliot Ness: http://www.youtube.com/watch?v=grd8vVuhIdQ
- La gran escena de O.J.Simpson (suban los altavoces y atentos al final, al fondo): https://www.youtube.com/watch?v=Ohk7PiJINEc
Ahora, que si alguien cree que conoce una escena mejor y sabe su URL de Youtube, por favor que la comparta con todos.