lunes, 2 de octubre de 2023

BIM: ¿nos estamos volviendo todos majara?

https://www.youtube.com/watch?v=fTqra4YSsaM&pp=ygUSd2hhdCB3YXMgaSB0aGlua2lu

 

 

¡Ah, el BIM! Lejos quedan aquellos tiempos en los que los proyectos se hacían con ingenieros y arquitectos bosquejando a lápiz y avezados delineantes trazando en tinta china sobre papel vegetal los planos que reflejaban las ideas, los diseños y las medidas. Ahora es todo mucho más fácil: se le dice al ordenador que se quiere una ventana en tal sitio, y voilà!, aparece la ventana. Y automáticamente queda incluida la ventana en las mediciones, descontada la parte de pared que ocupa, y por supuesto en todas las vistas de todos los planos de todos los oficios pasa a aparecer esa ventana. Es fantástico, la repanocha.

Acabo de participar en un proyecto que hacen en BIM, y no me extraña que este país se esté yendo al carajo: nos hemos vuelto majaras.

Para empezar, la cosa no empezó bien: mi interlocutor ya no fue un arquitecto, sino un delineante. El delineante conocía el proyecto como nadie, y parece ser que bastaba. A su vez, él no entendía mis preguntas: «Está todo en el BIM», me decía, «allí puedes verlo todo». No había manera de hacerle entender que yo no quería ver la realidad, sino representarla de una forma esquemática que me permitiera comprenderla con facilidad. Lo mismo que un ingeniero eléctrico no quiere ver una foto del cableado del edificio, sino el esquema eléctrico. Pero bueno, cabezón que soy, al final... yo hacía los croquis, y si algo no era correcto él me advertía que eso no era así, yo lo corregía y si acertaba entonces decía que sí. Incapaz de dibujar un croquis a mano, el tío, y eso que a lo mejor era más viejo que yo. Pero tras años de usar un ordenador y dibujar con BIM, me parece a mí había perdido el oficio.

Pero todo esto son problemas de ajuste, causado por ser yo un austrolopiteco. Los ingenieros jóvenes, que se manejan con total soltura con los programas BIM, no tendrán ninguno de los inconvenientes con los que yo me he encontrado. Ahora bien...

El delineante metía todo en el BIM. El modelo BIM reflejaba perfectamente el edificio, hasta en sus más nimios detalles.

En sus más nimios detalles.

A ver si me explico.

La verdadera misión de un proyecto es expresar las ideas del proyectista, lo que quiere hacer. Esas ideas, expresadas mediante planos, memorias, cálculos y mediciones, han de estar lo suficientemente bien expresadas para que se entienda lo que quiere el proyectista (sobre todo la Administración y el cliente final) y para que una constructora pueda dar precio. A partir de ahí, cualquier duda que se tenga debe resolverse en obra, que para eso está la Dirección Facultativa de la misma. En el aspecto eléctrico, con unos esquemas eléctricos, una planta de emplazamiento de los puntos de conexión, iluminación, etc., y un estado de mediciones de suficiente aproximación a la medición final, debería ser suficiente. No es necesario meter el ordenador el recorrido de cada cable. En el aspecto estructural, la estructura puede estar definida a grandes rasgos, y luego algunos detalles especiales resueltos; unos por su importancia, y otros porque son generales y sirven de orientación para adaptarse a muchos puntos. No es necesario que en el proyecto aparezcan todas las armaduras con sus despieces y empalmes correspondientes ni todos los tornillos dibujados con sus arandelas.

Pero con el BIM no se hace eso. Se desarrollan todos los detalles constructivos, y todos son todos. Y se desarrollan todos, teniendo en cuenta las diferencias de cada uno. El modelo del ordenador es exacto y completo. Y así no hay ninguna duda.

Por eso digo que nos estamos volviendo majara. 

En la construcción de un edificio no participa sólo el proyectista. También está el director de las obras, el arquitecto técnico que supervisa la ejecución, la empresa constructora con sus técnicos de gabinete, el jefe de las obras, el encargado, los capataces, los oficiales y los peones. Todos ellos, en mayor o menor medida, aportan su conocimiento y su pericia. No es necesario, en el proyecto, definir muchas cosas, indicar cómo se hacen o resolver muchas otras: ya aportarán todos los demás lo necesario para salir del paso (y si no, sin duda se preguntará al proyectista, por ejemplo si éste introduce una técnica o un material novedoso del que el equipo de obra no tiene experiencia).

Con el BIM la obsesión del proyectista es resolverlo todo él, y con ello está renunciando al gran caudal de conocimiento que aportarían todos los demás. Con razón a las constructoras les encantan los proyectos en BIM: como si les sirvieran las naranjas peladas. A cambio, todo el estrés pasa al proyectista, que carga con más del que le corresponde.

El problema - aquí pienso como ingeniero proyectista- es que el proyectista se ha excedido en su encargo. Se le encargó un proyecto, y el BIM es mucho más. Aunque se le hubiera encargado un modelo BIM: lo que tendría que entregar el proyectista es un modelo BIM tosco, con muchas indefiniciones, muchas "colisiones". Suficiente para hacerse entender, y que luego resuelvan otros esas indefiniciones y esas colisiones. Porque lo que se le paga al proyectista es un proyecto, los honorarios son de un proyecto, y el plazo que se le da es el de un proyecto. Normal que al proyectista no le salgan los números, y que además le surjan cien mil reclamaciones porque se ha olvidado de definir tal o cual detalle. Un ejemplo prototípico de lo que pasa cuando los que ofertan un trabajo no son los que lo hacen. Supongo que tarde o temprano las direcciones de los estudios de arquitectura y de ingeniería se plantearán por qué sus proyectos con BIM les arrojan tantas pérdidas.

Esto se debe en parte a la demagogia que existe en torno a los proyectos: ¿cómo vas a entregar el proyecto sin tener resueltos todos los detalles? El cliente pensará que el proyecto está mal, está incompleto, y exigirá al proyectista que lo haga bien y completo. Y quien dice el cliente dice, en muchas ocasiones, el revisor, la Administración o, sobre todo, el jefe del proyectista cuando lo tiene. Llegados a ese punto, el proyectista debe decir que sí, que él es capaz de desarrollar esos detalles, pero que eso requiere un tiempo X que se le ha de conceder y un coste Y que se tendrá que abonar. Que si la otra parte está dispuesta, él encantado. Si no lo hace, se tiene merecido lo que le va a caer. Que una cosa es un proyecto ejecutivo y otra un proyecto "de taller". 

Con el BIM se están haciendo, hoy, proyectos de taller. Y los vendedores de los BIM alardean "fíjate qué calidad de proyecto, qué diferencia con los proyectos ejecutivos que hacías hasta ahora". Ha de ser consciente, entonces, el vendedor de BIM que está vendiendo un proyecto de taller, y no venderlo al precio de un proyecto ejecutivo. Pero, claro, lo que el cliente está dispuesto a pagar es el coste del proyecto ejecutivo, no más. Este malentendido es el que genera muchos de los problemas.

La visión de un ingeniero del pleistoceno, eso sí. Próximo a la extinción. Suerte para los vendedores de BIM que no es mi opinión la que importa.

 

 

 

Dierks Bentley - What was I thinkin