martes, 3 de agosto de 2021

Me saca de quicio

https://www.youtube.com/watch?v=OEJrCpkobWs 

 

 

Me encargaron una prueba de carga en un tejado. Ningún problema: redacté el protocolo, explicando qué se iba a hacer, cómo se iba a hacer, todo. Pacto con el cliente las fechas, que ya serían en septiembre, y me voy de vacaciones. 

En el protocolo detallaba qué tenían que hacer ellos antes de ejecutar la prueba; y una de las cosas que les endilgaba era discurrir cómo subirían la carga al tejado. No subir la carga al tejado, sino discurrir cómo subirla. Encontrar la manera, el camino.

El primer día de vacaciones recibo un correo del ingeniero del cliente que ha de encargarse de la preparación. Estaba discurriendo cómo subir la carga, y quería saber una cosa.

No me saca de quicio que me pregunten; tampoco, que lo hagan estando yo de vacaciones. No, lo que me saca de quicio es que me pregunten algo que está clarísimo en el protocolo que les envié. 

- Traéme 3 botellas.
- De acuerdo. ¿Cuántas te traigo?

Más de una vez, y más de dos, me han dicho que escribo muy bien los informes técnicos y que explico muy bien lo que quiero decir. En este caso concreto, lo cierto es que me trabajé el protocolo. Por lo tanto, no es que no se entienda, si el lector tiene un mínimo intelecto.

Puede que el ingeniero preguntón no se sepa del protocolo, que simplemente le hayan dicho que discurra cómo subir una carga al tejado; pero no, porque en su correo incluía el documento que yo les había enviado. Entonces...

Puede que no lo haya leído. Que sepa que existe un protocolo, pero para qué leerlo.

O puede que lo haya leído, sin prestar mucha atención a lo que se dice. Ya saben, para qué.

O puede que lo haya leído, prestando atención, pero que no lo haya entendido. Claro que, como dijo un aparejador cuando en una obra ejecutaron mal un plano mío: ¡si no se puede decir más claro!

¿Mi apuesta? El ingeniero lo leyó, pero no aplicó las neuronas suficientes para leerlo. Pero no es eso lo que me saca de quicio, ya digo.

Lo que no soporto es que el ingeniero tuviera una duda y, en vez de volver a leer el documento prestando más atención, por si acaso se le ha escapado algo, pregunte.

- "Según lo quiera el cliente muy hecho o poco hecho, el cocinero decidirá cuánto tiempo tendrá el chuletón en la parrilla".

- De acuerdo. ¿Cuánto tiempo tendrá que estar el chuletón en la parrilla?

Esto pasa muchas más veces de las que uno se piensa. 

Recuerdo que mi padre decía que los mejores proyectos de final de carrera se hacían durante la mili, porque el estudiante, en su cuartel de destino, no tenía nadie a quien consultar y, en cambio, durante las guardias tenía mucho tiempo para resolver los problemas que le aparecían.

Ahora, en cambio, a la mínima duda el estudiante acude a su director de proyecto (siempre tienen un director de proyecto). Y las dudas son de todo tipo: desde cómo presentar el trabajo a cualquier duda técnica. Lo triste es que el objetivo de realizar un proyecto de fin de carrera es precisamente enfrentar al estudiante a los problemas reales y comprobar que los resuelve. Pero no, los aspirantes a ingenieros se comportan como si les examinaran de cocinero y durante el examen le fueran consultando al examinador todas sus dudas.

Cuando entregué mi proyecto de fin de carrera, tenía que decir quién había sido mi director de proyecto. Así que fui a la oficina de un profesor, le expliqué el asunto y aceptó figurar como tal; me preguntó de qué iba mi proyecto, se rió porque unos años antes él también había hecho ese proyecto, y qué nota quería.

Ya que he sacado lo militar, la duda que tenía el ingeniero de mi cliente era como si se le dijera a un sargento:

- Vendrá un examinador que pasará revista a la tropa y elegirá el soldado que ejecutará la prueba según su porte y gallardía.

- De acuerdo. ¿Qué soldado ejecutará la prueba? Lo digo por ir entrenando al soldado.

Insisto, no me sacaría de quicio que realmente el sargento no entendiera la instrucción, tampoco que se pregunte qué soldado ejecutaría prueba; me sacaría de quicio que el sargento, ante la duda, no intentara obtener la respuesta en la instrucción que se le ha dado. Que no intentara hacer él el esfuerzo de pensar; que lo haga yo por él.

En honor a la verdad, la necesidad de que se lo den a uno todo mascado no es exclusiva de los ingenieros:

- El primer documento son 15 páginas, y los dos documentos suman 26 páginas.

- De acuerdo. ¿Cuántas páginas tiene el segundo documento?

Con los delineantes:

- La pieza mide 300, entre agujeros dejamos 200 y el primer agujero lo ponemos a 50 mm del borde.

- De acuerdo. ¿A cuánto queda el segundo agujero del borde?

Esta actitud es tan común que ya nadie se avergüenza. Y el ingeniero de mi cliente no vacila un segundo en preguntar, no cree que su valía quede menoscabada por reconocer que no ha entendido un texto tan claro como el mío. Lo que me saca de quicio es que no quiera hacer el esfuerzo ; no que no lo haga, sino que no quiera hacerlo.

- Es que no me había fijado, no lo había leído con atención.

- Nada, hombre, la culpa es mía. La próxima vez escribiré "se realizará una prueba" y ya me preguntará usted todo lo que quiera saber.

 

 

Miguel Aceves Mejía - El jinete