domingo, 1 de mayo de 2016

Maigret se divierte (en el día de la madre)





Hoy domingo, día de la madre (las madres se merecen de largo un día en su honor, no así los hijos, ni los maridos ni las esposas), me dió por leer Maigret se divierte.

Maigret se divierte se escribió en 1957. El dato me parece importante, porque me encantan las descripciones que hace Simenon y es fundamental saber qué año está describiendo. En este caso, ya digo, es 1957. 

Lo primero que me llamó la atención es que "como de costumbre, empezó por pasar la aspiradora eléctrica por la sala". En 1957. ¿Aspiradora eléctrica? Es posible, si tenemos en cuenta que es en París, no en España, y la acción ocurre en la consulta de un doctor "mundano", así lo indican en la novela varias veces. Es decir, por si no usan la palabra "mundano": se trata de un médico que trata a la alta sociedad parisina. Que gana una pasta, caramba.

"Maigret conocía el barrio; al llegar a París fue quizá el que más le impresionó por sus edificios tranquilos y elegantes, sus puertas cocheras que permitían ver antiguas cuadras al fondo de los patios...". No pude dejar de leer y sonreir: parecía que estaba describiendo algunas casas de la izquierda antigua del ensanche barcelonés. Que no sé si quedan ya, pero como mínimo hasta hace nada, como quien dice, las había.

Es 1957, y Maigret, de vacaciones, lee los periódicos de la mañana y de la tarde. Habla con su amigo Pardon, y éste le cuenta un dato interesante.
- ¿Cómo se ha enterado de que ha vuelto a casa?
- Sencillamente, por la radio.
A Maigret, que también tenía radio, jamás se le ocurría escucharla.
Es 1957. En España no arrancó la televisión hasta finales de octubre del 58. Tampoco estábamos tan atrasados.

Pero estábamos con que hoy es el día de la Madre. Y otro día puede, pero hoy todo el mundo ha de llamar a su madre y rendirle su respeto. Y yo seré un descastado y todo lo que ustedes quieran, pero hasta allí podíamos llegar. Además, quería confirmar que en 1957, en España, no había aspiradoras "eléctricas". Mi madre me lo confirmó hasta donde pudo: ella, desde luego, no tuvo hasta muchos años más tarde. Las conversaciones, ya saben, una cosa lleva a la otra, y yo recordaba los viejos atizadores de palmero y los colchones sacudiéndose en las ventanas. El recuerdo principal era el colchón secándose en la ventana, pero eso era porque mi hermano pequeño, de pequeño, se hacía pis. Pero sí, se sacaba el colchón para que se joreara y se sacudía para recolocar la lana. Y entonces me explicó mi madre algo que yo no sabía (yo era pequeño).

De vez en cuando, contrataban a un hombre y sacaban los colchones al patio. Allí el señor abría los colchones y sacaba la lana, y la ponía en un montón. Y entonces se dedicaba a coger los manojitos de lana (si no recuerdan cómo eran los colchones de lana, era como si se hicieran pelotas de papel de periódico para rellenar el colchón, solo que en este caso eran manojos de lana) y los esponjaba de nuevo. Porque, claro, con el uso la lana se iba apelmazando y ya no era cómodo. Luego volvía a meter la lana en el colchón, y listos. Y me cuenta mi madre que tras esto ¡daba un gusto volver a dormir en los colchones....! Me los imagino, mullidos de nuevo...

Es un oficio que, no hay que decirlo, ya ha desaparecido. Como tantos otros.

Una reflexión mientras releo lo escrito: acabo de comprender porqué mi almohada, la que usaba mientras viví en casa de mis padres, era cada vez más incómoda. Por la razón que fuera, yo no cambié a almohada de espuma cuando aparecieron, seguí con mi almohada "de toda la vida". Que era cada vez  más y más peculiar, nada de elástica, en que apoyaba la cabeza se formaban dos pelotas fuera y... una birria. Era de lana, claro, y hacía ya muchos, muchos años, que ese señor no venía a casa. Con él se había perdido la práctica de sacar los mechones de lana, esponjarlos con los dedos y volverlos a meter: yo me conformaba con distribuirla un poco sin sacarla de la funda. Y así me fue. Y ahora me entero de qué tenía que haber hecho. Aparte de cambiarme de almohada, claro está.

Cuando yo era pequeño, a mi casa nos traía el pan la panadera. Traían la leche y el periódico. Venía un peluquero (eramos muchos y salía a cuenta), el médico de cabecera (o pediatra, que los que nos poníamos malos éramos niños), el practicante a poner las inyecciones, una costurera de vez en cuando a arreglarnos la ropa, el mozo con la compra, el butano (esto se sigue haciendo), el carbonero cada otoño, y por lo que me he enterado hoy, también un señor que se dedicaba a mullir los colchones.

En algunas cosas la vida era muy diferente a como es ahora. En algunas cosas.




Trío los Panchos - Alma, corazón y vida