lunes, 25 de noviembre de 2013

Kansas


Kansas City, Kansas

Desde Kansas City, Misuri, se cruza el río Misuri y se está en Kansas City, Kansas. Es decir, en el estado de Kansas. La ciudad es la misma, pero la frontera del estado hace esas cosas.

Kansas es Kansas. Es decir, un estado republicano, muy republicano. Agrícola, muy agrícola. Trigo y girasoles, por cierto. Y con muchos tornados. Con muchísimos tornados. Con muchos tornados muy fuertes, ya que preguntan. Así que hablar de Kansas es hablar de todos los estereotipos del centro de los Estados Unidos; más o menos, esto:


Los primeros en llegar a Kansas fueron los españoles, Coronado (Francisco Vázquez de Coronado), en 1541. Por cierto que en esa expedición descubrió un impresionante cañón formado por un río, y le puso el nombre de río Tizón, pero luego se dieron cuenta que las aguas estaban teñidas de la tierra de los cañones, y le cambiaron el nombre a Colorado.

Luego, faltaría más, los franceses se apropiaron del territorio, y el resto ya deben sabérselo.

Pero no crean que es un estado de paletos: con menos de 3 millones de habitantes tienen tres premios Nobel (y ninguno en Literatura, oigan), y aquí se descubrió el helio, en 1905, y se inventó el helicóptero en 1909. Y (los jóvenes deberán preguntar a sus mayores qué es) el dial del teléfono, en 1889, y fue el primer estado que dio a los negros el derecho al voto. Y Amelia Earhart era de Kansas. Vaya, no tan paletos, ¿verdad?

Aunque les confesaré una cosa: para mí, es que pensar en Kansas es evocar el cine. Y no sólo el "Esto no es Kansas" que dirá Dorothy, sino... 

Les daré alguna pista: ciudades de Kansas son Wichita y Dodge City. 

Películas del Oeste.

Y, sobre todas, un personaje, un hombrecillo insignificante que no dejaba de decir que era "de Kansas City, Kansas" (creo que de ahí me viene mi fijación con Kansas City, Kansas) y hacía de viajante de whisky.

A ver si encuentran a mi hombre en la foto del reparto de la película:




No, no es John Wayne. ¿No les he dicho que era un hombrecillo?

Es el segundo por la derecha. Es Donald Meek. Y, ahí donde lo ven, luchó en la guerra de Cuba y Filipinas (yo creo que en Filipinas), donde pilló la fiebre amarilla que, por lo visto, le dejó calvo.

Viendo la foto, creo que todos podemos reconocer, además de a nuestro viajante (precisamente, un personaje tan apocado era uno de los toques cómicos de la película):
  1. Al tramposo jugador de cartas
  2. Al banquero
  3. Al sheriff
  4. A la prostituta
  5. Al médico borrachín
  6. Al bonachón conductor de la diligencia
  7. A la mujer del teniente
  8. Y a Ringo Kidd, que se ha escapado de la cárcel y va en busca de los asesinos de su padre y su hermano.
¡Ah, creo que ya no se hacen películas como las de antes!

Aunque, ya que estoy, les recomiendo fervientemente que vayan a ver Gravity, con George Clooney y Sandra Bullock. Tienen que verla en el cine, porque no pueden verla en un televisor; sería como interpretar a Mozart con un triángulo. La película, ya les digo, es muy buena, y de una tensión terrible (suerte que no dura 90 minutos), pero necesariamente se ha de ver en la oscuridad de un cine, con una pantalla que haya que mirar hacia arriba y hacia abajo, con unas gafas de 3D, y con el sonido atronador. Da igual que cometa errores científicos, es cine. Cine del bueno. De verdad, háganme caso y vayan a verla a su cine más cercano antes de que la cambien. No se arrepentirán.