lunes, 3 de septiembre de 2012

Respuesta a R.

R.:

En primer lugar, quiero decirte que todas las personas tendemos a creer que aquello que no sabemos hacer es fácil. Y esto rige tanto para mí como para los demás. Por ejemplo, toda profesión requiere muchos más conocimientos de los que a los ajenos a la misma nos parece.

En segundo lugar, las ideas que expreso en este blog las exagero, tal y como previne en mi primera entrada a modo de declaración de intenciones. No pretendo pontificar sino hacer pensar, y debe ser el lector el que acabe de madurar las ideas que aquí se planteen. A menudo no tenemos una opinión formada sobre un determinado tema hasta que alguien lo plantea, y es lo que hago: lanzo una idea, y cada uno tendría que meditar qué piensa él en concreto sobre lo que digo y saber así qué piensa él realmente sobre ese tema, en el que a lo mejor no se habría parado a pensar hasta ahora.

Dicho lo cual, la idea que planteo en el artículo de marras se puede reformular esquemáticamente como sigue:

  • En el área de influencia de Barcelona, cada año se licencian más de mil ingenieros e ingenieros técnicos. En condiciones normales todos ellos se colocan fácilmente en puestos de ingenieros: industrias y fábricas, pequeños talleres, oficinas y/o ejercicio libre, técnicos de mantenimiento, contruscturas e instaladoras, técnicos comerciales, comerciales de productos técnicos, consultores, etc. Incluso, el mercado local atrae y absorbe excedentes de técnicos de otras zonas, por ejemplo de Aragón.
  • Si cada año en el área de Barcelona se formara más de mil, digamos, tanatoesteticistas... crees que todos ellos encontrarían aquí trabajo de tanatoesteticistas? ¿Cada año mil más? Claro que no. Uno o dos, probablemente. Pero dudo que más de cinco. El resto tendría que trabajar de otra cosa.
  • Sin despreciar a los tanatoesteticistas, dignísima profesión que por supuesto nuestra sociedad necesita, yo no recomendaría a mi hijo que se decantara por este oficio si duda entre serlo o ser ingeniero... salvo que estuviera seguro de que iba a ser el número uno mundial de los tanatoesteticistas.
  • Lo mismo podría decirse de muchas otras profesiones. Un primo mío es egiptólogo, su gran vocación. Sábete que, ya cincuentón,... no trabaja de egiptólogo. ¡Ey! que a mí me encantaría ser también egiptólogo. Ojalá todas las personas, ademas del carnet de conducir, tuviéramos el título de egiptólogo. Pero en mi caso, estudiar egiptología es un lujo de tiempo y dinero que no me puedo permitir. He de priorizar mis escasos recursos, y...
  •  Por supuesto, el área de Barcelona no genera trabajo para más de mil nuevos egiptologos cada año. Es una carrera preciosa pero poco práctica (repito que soy ingeniero y que planteo el tema como un ingeniero cuadriculado).
  • Sin embargo, la egiptología es importante y se debe avanzar en el conocimiento del antiguo Egipto. Por lo tanto, y dado que las empresas no demandan egiptólogos (véase la sección de anuncios de trabajo de cualquier diario o portal del ramo en internet), debe ser el Estado el que los tenga en su nómina. En la cantidad que cabalmente se necesite. No mil más cada año. 
  • Entonces, sigo razonando, no necesitamos facultades de egiptología para mil licenciados al año. Y si no las necesitamos, no las tengamos. Si nos basta con una o dos, tengamos sólo una o dos. Y el resto, que cierren. Hablo, claro, de universidades públicas, las que pagamos entre todos.
  • Formar a todos los egiptólogos que no van a trabajar de egiptólogos o tanatoesteticistas que no van a trabajar de ello es, entonces, un lujo. Un lujo que disfrutan ellos, y es por eso que digo: ese lujo, que se lo paguen ellos. Que estudien en centros privados que no nos cuesten dinero a nosotros. Porque actualmente nos van mal las cosas, y hemos de aprender a vivir con menos lujos. Aunque - y aquí es donde falla el pensamiento de la mayoría- ese lujo también nos beneficie. Claro que obtengo beneficios de tener un yate amarrado en el puerto, pero ¿no estás de acuerdo en que tener el yate es un lujo que no me puedo permitir? Que saque provecho de tenerlo no lo descataloga como lujo.
Y es que de eso se trata. De identificar dónde hemos de recortar nuestros gastos. No de discutir la necesidad o no de tener más egiptólogos en concreto en nuestra sociedad. Actualmente en España tenemos muchas cosas que hace 30 años nos habrían parecido lujos impensables sólo para suecos y noruegos. Pero nuestra memoria es frágil, y ya creemos que son cosas imprescindibles e irrenunciables. Yo sólo planteo... ¿Y si no fueran realmente imprescindible?

¡No hablo de egiptólogos ni de tanatoesteticistas!