miércoles, 1 de febrero de 2012

Hacia un mundo más feliz

Se ha publicado en imagino que todos los periódicos, porque la noticia se brinda a titulares llamativos, que unos investigadores han conseguido descifrar los impulsos eléctricos que envía el oído al oír unas palabras determinadas. Y resaltan que éste es un paso importante para poder permitir saber lo que quieren decir personas que no pueden decirlo (por enfermedad o minusvalía, se entiende), como el famoso científico Stephen Hawkins que actualmente se expresa a través de una maquineja y en una forma harto poco operativa.

La lógica de esto es que las neuronas que transducen las ondas sonoras se comunican con las del resto del cerebro mediante impulsos eléctricos (descubrimiento de Ramón y Cajal); si sabemos asociar esos impulsos con su contenido (las palabras) estaremos en condiciones de hacerlo a la inversa: captar esos impulsos en el cerebro y saber qué quiere decir ese cerebro. 

Ahora, que todavía no saben si los impulsos son de sílabas, de palabras, de conceptos,… pero todo se andará, es un largo camino que se recorre paso a paso.

En cualquier caso, en todos los artículos hay un vibrante entusiasmo ante este gran avance y las tremendas posibilidades que ofrece.

Periodistas… Uno no sabe qué hacer con ellos. ¿Son tan lerdos como parecen? Si de mí dependiera, este descubrimiento debería ser silenciado, su contenido y notas  destruido y sus autores enviados como voluntarios a Saturno. El ser humano jamás, repito, jamás, debería avanzar por ese camino.

¿Cómo es que ningún periodista alerta sobre esto? ¿No saben el significado de lo que quieren?

¿Alguien se imagina que se pueda construir una máquina que te permita expresar lo que piensas leyendo tu cerebro? ¿Y si no quieres expresarlo?  ¿Y si no quieres que lo sepan?

Se me dirá que todo eso son paparruchas, que nadie va a utilizar la máquina con fines perversos, que no, que el objetivo es sano y decente.

Ya, como la idea de que es bueno tener armas porque así te puedes defender de los criminales, que también las tienen.

Porque, a ver, ¿cuánto tardaría el típico senador Nathaniel Mokesky de Arkansas en imponer este aparato en los aeropuertos de entrada a Estados Unidos? Desde su lógica, si alguien quiere entrar en los USA a cometer un crimen, y si ellos pudieran saberlo, deberían hacer lo que fuera por saberlo e impedirlo. Sería una cuestión de Seguridad Nacional, para saber si entra algún terrorista con fines perversos. Y todo el mundo sabe que el primero que consiga meter las palabras "Seguridad Nacional" en su argumentación ganaría el pleito si los de derechos humanos protestasen

Caramba, ya espían automáticamente todas nuestras comunicaciones por internet y teléfono (autorizado por Bush tras el 11-S aquél), como prueba que el otro día impidieran la entrada a unos jóvenes británicos que antes habían bromeado en Twitter que iban a "quemar" -jerga de parrandas- América… Y, oye, todos tan tranquilos. Científicos americanos han protestado porque ya no pueden colaborar con sus colegas europeos, recelosos éstos de que les estén espiando las comunicaciones; pero a quién le importa la opinión de unos bichos raros en sus laboratorios?

Ya me lo estoy imaginando: primero se harían artefactos que tendría la policía en habitáculos especiales. Sólo para sospechosos. Y luego estarían en todos sitios, como las cámaras de seguridad, escaneando a todo el mundo a granel. Bastaría un cartel que dijera, con letras grandes, "¿Va usted a cometer un crimen?" para que todo el mundo, inconscientemente, supiera la respuesta. La máquina detectaría quién ha pensado que sí, y listos.

A ver, en los 120 primeros km de Barcelona a Zaragoza por la N-II hay diez radares que miden la velocidad de circulación de todos los coches. Y a los que se pasan, los multan. Pero las máquinas saben la velocidad de todos. Y están pensando en radares inteligentes: detectan cuando pasas por el primero y por el segundo, y calculan tu velocidad media. Quiero con esto decir que cosas algo parecidas se han hecho. A los que deciden no les importa si tiene derecho o no a saber a cuánto circulamos, y en este caso está claro que esa información se descarta instantáneamente si no es la que buscan y que la cosa se utiliza en interés general, pero aquí todos como borregos aceptamos que nos vigilen, nos controlen y sepan cosas de nosotros que a lo mejor ni nosotros sabemos.

Y tengo razón en esto último. Si nos presentásemos a un proceso de selección de un puesto de trabajo, nos harían test de personalidad y todos aceptaríamos encantados escribir un texto a mano, aunque nos dijeran que sería para un examen grafológico. Y el grafólogo descubriría cosas de nosotros que seguramente preferiríamos que no se supieran, o incluso que ni nosotros éramos conscientes.

En 1932 Aldous Huxley escribió "Un mundo feliz". Puede que ninguno de ustedes lo haya leído, pero conocerán lo que vulgarmente se cree que es su argumento: una sociedad donde seleccionan genéticamente y educan a los bebés para ser machos (o hembras) alfa, beta, gamma, delta,… cada uno con una categoría. Los alfa son los dominantes, los delta son obreros y peones, y los épsilon no quieran saberlo. Y los delta y los otros son educados -descargas eléctricas mediante- para respetar, temer y jamás tocar a los alfa, por ejemplo.

Pues bien, yo sostengo que ese mundo que pinta llegará. O podría llegar. Puede que ahora suene a ciencia ficción; desde luego, a menos ciencia ficción que en 1932. Yo no sé si funcionaría, pero lo que dice Huxley que se hacía ya se puede hacer. No se hace, pero se puede hacer. Ya se engendran niños de encargo, con un perfil genético determinado para hacer de donante de cierta cosa porque sólo un hermano del enfermo que reuniera ciertas condiciones sería capaz. Por ejemplo. Quiero decir, nos separa la técnica y la ética. La técnica nos separa cada vez menos, pero por suerte sólo a los que tenemos ética. Y los que carecen de ética, por suerte no tienen la técnica.

El miedo mío es que de momento los que sabemos hacerlo (los países más desarrollados de Occidente) no queremos hacerlo. Pero amigos, sólo es cuestión de tiempo que ese conocimiento llegue a los países que sí querrían hacerlo. ¿Qué no? ¿Creen que no existen? China. 

China no tiene reparos en hacer lo que sea si sirve a sus propios fines (a los de su politburó, quiero decir; a la secreta clase de humanos alfa alfa que descubre el protagonista del libro que regían el mundo). ¿Quieren que no llueva en las olimpiadas? No problema. Aviones a bombardear las nubes a 150 km y listos. Que las fábricas contaminan mucho y el aire es irrespirable? Un mes antes de las olimpiadas se manda cerrar todas las fábricas. ¿Queremos todas las medallas? No problema. Se empareja a campeones olímpicos de ambos sexos. Concepción y gestación controlada. Control de genética. Sus hijos se les aparta tras el destete y se llevan a centros especiales de entrenamiento. No colegio, no formación. La medalla olímpica, sea de gimnasia, natación o ping-pong, es lo único que importa. Y por cierto, sólo importa la medalla de oro, que es la que da el orden en el medallero. Las demás no las quieren. Y si el atleta no consigue la medalla de oro, fuera de la casa, fracasado. Sin formación, sin estudios, sin sueños, sólo con la etiqueta de fracasado; un juguete roto. 

China no tiene reparos en nada. ¿Que contaminan lo increíble? El medio ambiente es de todos, que limpien los demás que también es suyo. ¿Libertad de expresión? Sí, sólo si me gusta. ¿Internet libre? No me hagan reír, por favor. Libertad de culto, de acuerdo. Puedes ser católico. Pero no católico romano, entonces vas a la cárcel. Has de ser católico "pequinés", seguidor de un "papa" chino que elije el Partido (este ejemplo lo pongo para mostrar cómo algo que para nosotros es irrelevante, para ellos es cuestión vital: es extranjero, ergo se prohíbe porque se podría dudar de la lealtad de esa persona). Y por cierto, si vas a la cárcel es para "reeducarte"... ¿Usted cree que a esa gente le importan las personas reales? ¿Que creen que el fin no justifica los medios y que hay límites que no serían capaces de cruzar? Pero usted ¿en qué mundo vive?

Diablos, podría estar rajando de China hasta que me llegue mi hora y aun así me quedarían cosas por decir. No nos cabe en la cabeza lo que llega a pasar allí. Quedémonos entonces en la clave: China clonará personas, sin ningún escrúpulo, en cuanto pueda hacerlo. Educará como en Un mundo feliz en cuanto pueda hacerlo. Y si Occidente consigue averiguar cómo leer el cerebro y China accede a ese conocimiento, leerá el cerebro.

Así que, por favor, que no digan los científicos ni los periodistas que ese avance es beneficioso para la humanidad. No lo es, y la humanidad no debería jamás intentar investigar en este campo.

Y si alguien me dice que un invento bueno no tiene porqué utilizarse para el mal...

El 17 de diciembre de 1903 los hermanos Wright lograron el primer vuelo que merece tal nombre.

Ocho años después, el ejército español utilizó aviones en la guerra de Marruecos para detectar al enemigo y sus movimientos.

En 1914, en la primera guerra mundial franceses y alemanes también empleaban aviones para conocer los movimientos de tropas. Esos pioneros eran todavía caballeros y no enemigos, se saludaban en el aire y todo. Un día, un aviador francés se llevó una pistola y, en vez de saludar al piloto alemán le pegó un tiro. Los aviadores, ahora ya pilotos de guerra, empezaron a tirar cascotes y piedras sobre las tropas de abajo.

Treinta años después se tiraban desde aviones bombas que mataban de golpe a 150.000 personas, no más porque no las había.

Les aseguro que ni los hermanos Wright ni los ocurrentes españoles habían pensado lo que se haría con sus aviones cuando la técnica avanzase lo suficiente y la ética retrocediera a la par. Y si lo miramos fríamente, la única ventaja objetiva e inapelable de la aviación es que facilita los trasplantes de órganos.

Y yo no sé qué necesidad tiene la humanidad de saber leer el cerebro de las personas.